Madrid 1964
Fernando Martín Miranda presenta una selección de acrílicos sobre tabla en los que expresa una íntima reflexión acerca de la tristeza y la soledad humana en la sociedad actual.
A través de su visión, las figuras y objetos que trata hacen partícipe al espectador de su dolor, y lo transforma por medio del arte en algo noble y reconocido como un rasgo central y universal de la vida; la tristeza se hace más dura porque sentimos que la sufrimos solos, necesitamos ayuda para encontrar dignidad y sentido en algunas de nuestras peores experiencias, y el arte está ahí para darle expresión social.
Por medio de potentes claroscuros y tratando la luminosidad como una cualidad del color, casi siempre ubica a sus personajes más allá del espacio-tiempo, en un marco desprovisto de referencias externas para centrarse en el auténtico protagonista: la emoción que quiere transmitir.